El poblado fue residencia de un aristócrata militar ecuestre que formaba parte de la élite social edetana al que acompañan sus parientes y servidores. El equipo militar de este caballero fue hallado en el departamento 4. Se trata del ajuar de un jinete que comprende los arreos de un caballo: un bocado, acicates y pasarriendas, además de objetos de adorno personal como fíbulas, hebillas y botones, entre otros elementos.
El Puntal es, en conjunto, una gran unidad doméstica en la que vivieron unas 30 personas. Los departamentos no equivalen a casas entendidas como viviendas unifamiliares porque las unidades domésticas y las actividades cotidianas, culturales, artesanales y de almacenaje están organizadas entre varios de ellos de forma complementaria. Así, algunos son espacios residenciales pero otros no. Además, en todos ellos se llevaron a cabo actividades variadas que los convierten en espacios multifuncionales.
Algunos de los habitantes del poblado estaban dedicados a las labores de vigilancia y defensa propias de estos fortines, pero las labores agropecuarias, mineras y artesanales ocupaban gran parte de la jornada para toda la comunidad.
Las herramientas agrícolas (legones, podones, hoces, hachas y azuelas), las tinajas y ánforas destinadas al almacenamiento de productos agrarios y los molinos revelan la importancia de la agricultura basada en el cultivo de cereales, vid y árboles frutales (olivos, almendros e higueras). La abundancia de restos de cabras, ovejas y cerdos nos indica que la ganadería también era importante en la economía, bien para la obtención de carne, leche o productos derivados como cuero o lana. También abundan los restos de piezas de caza consumidas, principalmente ciervos. Otra fuente de carne fueron los bóvidos, si bien estos no se criaban específicamente para este fin, sino como bestias de tiro, sacrificándose al final de su vida útil.
La miel debió ser un recurso valorado por sus cualidades nutritivas y edulcorantes, y explotado en cierta medida como indican las colmenas halladas en varios de los departamentos, y posiblemente ubicadas sobre las cubiertas de las casas.
Pebetero con forma de cabeza de la diosa Deméter/Tanit. Siglo III a. C. Puntal dels Llops.
Las concentraciones de cerámica de cocina y vajilla de mesa, los molinos y los hogares, y los hallazgos de quemaperfumes o figuras de terracota en algunos de los departamentos, revelan la existencia de actividades domésticas cotidianas tan diversas como las culinarias o las prácticas rituales. Destacan por su calidad y relevancia las piezas de ajuar de mesa de barniz negro importadas de ámbitos áticos o itálicos y los pebeteros votivos representando a la diosa Deméter/Tanit.
Entre las actividades artesanales destaca el tejido asociado a las pesas de telar que denotan la existencia de telares verticales, y a fusayolas, asociadas a las prácticas de hilado. Además se explotaron minerales del entorno inmediato del asentamiento. La metalurgia también ocupó, pues, un lugar importante entre las actividades económicas del fortín, como se deduce de la presencia de lingotes de hierro, y hornos para obtener plata a partir de minerales de plomo según el proceso conocido como copelación.